MATÉTERA BA ONORÚAME
(Gracias Dios)
Hay momentos en la vida tan llenos de esperanza, consuelo y libertad, que sólo puede uno imaginar que no son simples casualidades, sino regalos que sorprenden, que se agradecen, que abren el ánimo y el espíritu; sería una descortesía si nos pasaran desapercibidas como quien anda en la vida arrastrando indiferencia y apatía. El año pasado, aclaro que no por mi buen comportamiento, Dios me regaló la oportunidad de vivir mi experiencia de prenoviciado en la Sierra Tarahumara en Chihuahua, acompañando a una comunidad indígena Rarámuri.
Enclavada en medio del lugar donde toda libertad puede ser posible si se desea, está la comunidad de Rawíwachi, perteneciente al municipio de Batopilas, en lo más alto de la barranca, donde los gavilanes hacen sus nidos y danzan por las noches. Donde se llega sólo sudando los calcetines por un buen rato pues es una comunidad libre, sin accesos viales, sin ruidos de motores, sin energía eléctrica, libres de esas absurdas historias del canal de las estrellas, acá las historias son más reales, pero pocos se atreven a hablar de ellas, son aún libres de nosotros, los que creemos que nuestras ideas políticas, sociales, culturales e incluso religiosas tiene un peso específico de mayor valía, libres de los que amamos tanto el progreso, la eficiencia, el crédito, el confort, los celulares, y las Big Mac. Una comunidad rarámuri, como todas ellas, donde toda expresión de vida, pero también de muerte, está en íntima relación con Onorúame: Dios que es Padre y Madre. Gente buena, hombres, mujeres y niños que teniendo tantos motivos para estar triste, me enseñaron a valorar la alegría, me enseñaron a mirar a Dios en todas las cosas, que me abrieron los ojos para descubrir lo ficticia que pueden ser muchas de mis necesidades, esas por las que peleo, tanto me esfuerzo y tan efímera y fugaz satisfacción me dejan.
Fueron pasando los meses, desde el baño de lluvia que germina la semilla, hasta el fuego implacable que todo lo consume, desde el frío de la montaña que hace llorar hasta los huesos, hasta el calor del barranco que aturde y devasta, desde la siembra del grano hasta la cosecha del elote, del trabajar y amar la tierra hasta proponer como defenderla y cuidarla. De la fiesta que hacen para el que nace, pero también para el que muere, esas fiestas en las que se danza toda la noche el matachín y el pascol, con la música de las guitarras y los violines que ellos mismos hacen, en las que se toma el infaltable batari o teswino, esa bebida que deja tan contento el corazón, no sin antes darle de beber al mismo Dios y escuchar el nawésari (consejo) de los siríames (los gobernadores) y los anayáwaris (los viejos).
Así pues, libres incluso de todo escrúpulo que pueda generarles vergüenza, quiero imaginar, o al menos tener una noción no cercana, de que la vida para ellos es tan sencilla, que contrasta a simple vista con nuestra obstinada y occidental forma de complicarnos la existencia. Admirables son sus esfuerzos de resistencia, pues lo que para nosotros parece difícil, para ellos es lo común, esa tenacidad a pesar de las condiciones de insalubridad, miseria, exclusión, explotación, abuso, injusticia por parte de los chabochis (mestizos), ellos siguen y seguirán apostando por la alegría, la comunidad, el compartir lo propio con los demás, el no acumular riquezas, la supervivencia, y la confianza en Dios. Esa es su lucha, su apuesta por mantener su propia identidad, lección de vida para quienes suelen despreciar, llamándolo retroceso, lo más esencial y que da sustento, como lo es el vivir sencillamente y en armonía con la naturaleza.
Sin duda que ha sido más lo que he podido aprender de ellos, de los rarámuris, de los que caminan harto y ligero, de los “gavilanes” a quienes puedo llamar mis amigos, que lo que he podido hacer o darles desde mi ser, mi vida y mi historia. Son muchas anécdotas por platicar, tantas personas por recordar, tanta experiencia de Dios que, lo repito, sólo me basta decirle: “Matétera ba Onorúame”.
Daniel, su texto es hermoso, conmovedor… En medio de la desesperanza que inevitablemente nos atrapa ante tanto absurdo en el país, en el mundo, sus palabras son como un respiro y un motivo para no rendirse… Muchas gracias y espero leer pronto sus experiencias dentro de ese maravilloso y sorprendente entorno que, Matétera ba Onorúame, existe en este país y al cual muchos estamos ajenos. Permitanos, a través de sus relatos, acercarnos más a él. Gracias.